–Quedemos como amigos, me dijo.
–No, le respondí, no puede ser, porque no podría verte, no podría estar cerca de ti, sin sentir dolor.
–Discúlpame por ilusionarte, creí que estabas jugando y yo quise seguirte el juego, no pensé que iba a herirte.
–Lo
sé, dije con voz temblorosa, tratando de mantener las apariencias, no
te culpo de nada, yo me hice ilusiones, no tienes la culpa de mis
sueños.
–Bueno, adiós, me dijo, se levantó del banco y se fue caminando rápidamente.
La estuve mirando mientras se alejaba, pero nunca miró atrás.
Apenas
la perdí de vista todo lo que me mantenía entero se rompió y me desarmé
en pedazos, no pude contener el llanto y no me importó si alguien me
veía o no.
Alguien me tocó el hombro, levanté la vista y vi que una anciana estaba frente a mi´.
–Hijo, ¿le pasa algo? me preguntó.
–Nada, le respondí, nada, señora, gracias, no me pasa nada.
–Hijo, váyase a la casa, me dijo con voz dulce, y siguió su camino.
Si, tenía que irme a casa, pero no podía llegar en el estado en que me encontraba y decidí dar un paseo para intentar calmarme.
La
avenida se veía solitaria, no era una tarde para pasear, la brisa
desprendía las escasas hojas que le quedaban a los árboles y removía la
alfombra que formaban las ya caídas.
El cielo nublado era de color
gris y el suelo era ocre, los tristes colores del otoño, si los
pensamientos tienen colores esos debían ser los que yo tenía en ese
momento.
Me detuve ante una de las estatuas que adornan la avenida, leí el nombre: Venus de Cnido – Praxíteles
–¿Qué hay que hacer para merecer tu gracia? pensé, ¿también tú creíste que jugaba?
Me alejé de ella para seguir caminando, oscurecía, y la brisa comenzaba a incrementar su fuerza.
Me
estremecí, ahora el viento soplaba entre los árboles desnudos
produciendo ese sonido que había escuchado tantas veces, pero que ahora
me parecía más triste que nunca, como un prolongado lamento.
Las
hojas secas se movían por el suelo, golpeándome las piernas como si
fuera el agua de un río, subían y bajaban llevadas por el viento. Sentí
como que algo de mi se iba con ellas, ¿hacia dónde?, de seguro a ese
abismo insondable al que se van las ilusiones perdidas.
Ya era
suficiente, me subí las solapas para protegerme la garganta y emprendí
el regreso a casa. Pasé de nuevo por delante de la Venus, seguía igual,
indiferente y distante, tan fría como ella cuando me dijo adiós.
Jenofonte
Saturday, September 17, 2022
Adiós
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Ante las decepciones amorosas las estatuas siguen impertérritas, los ancianos se compadecen y la vida continúa hacia delante.
ReplyDeleteSAludos.