Wednesday, May 4, 2022

Micaela


Procur
é relajarme. Todo me parecía bien por disfrutar de una cita con la condesa. De pronto se abrió la puerta y me giré para recibir a mi, hasta el momento, poco delicada anfitriona. Entró primero el escudero del bigote cano que me había dado el visto bueno, luego dos lacayos con un banco y después la condesa seguida por una doncella y otro escudero.
Doña Micaela estaba radiante. Vestía un traje de seda carmesí bordado con hilo de oro, y andaba regia con la barbilla alta y la vista en el artesonado. Brillaba en el centro del cortejo como un rubí en su engarce. Deslumbrado, me incliné todo lo que soportó mi espalda y barrí las losas con las plumas del sombrero.
Señora, a su servicio acerté a balbucear.
(Alfonso Mateo-Sagasta, Ladrones de tinta)

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