Tiene toda la fragancia y exuberancia de la flor.
En sus cabellos juegan repetidas veces los rayos solares, y su pequeña boca, de labios entreabiertos, es expectante, como la boca de una niña. Posee la fascinadora tiranía de la juventud y el sorprendente valor de la inocencia.
A la gente cuerda no le evoca obra alguna de arte. Pero parece en realidad una estatuita de Tanagra y le fastidiaría bastante si se lo dijeran.
(Oscar Wilde, Un marido ideal)
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