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| Thorvaldsen, Maria Fjodorovna Barjatinskaja |
Su nombre, dulce señora, que yo con mucho gusto cito,
Lo encontrará a menudo escrito en mis líneas.
Y cuando sea leído por los ojos de muchas personas,
Va a superar a todo, si no me equivoco.
Si pudiera esculpirlo en mármol fino,
o fundirlo en el oro más puro
(para dar a belleza y a la bondad su justa forma),
no lograría darle su merecida alabanza.
Ningún monumento, ni las ciudades egipcias
pueden librarse, al final, del deterioro,
sea por el fuego, por inundaciones repentinas
o los años celosos que prevalecen sobre ellas.
Pero lo que el poeta escribe trae la fama eterna,
No conoce la ruina, y jamás se desvanecerá.
Jan Kochanowski (1530 – 1584)
Lo encontrará a menudo escrito en mis líneas.
Y cuando sea leído por los ojos de muchas personas,
Va a superar a todo, si no me equivoco.
Si pudiera esculpirlo en mármol fino,
o fundirlo en el oro más puro
(para dar a belleza y a la bondad su justa forma),
no lograría darle su merecida alabanza.
Ningún monumento, ni las ciudades egipcias
pueden librarse, al final, del deterioro,
sea por el fuego, por inundaciones repentinas
o los años celosos que prevalecen sobre ellas.
Pero lo que el poeta escribe trae la fama eterna,
No conoce la ruina, y jamás se desvanecerá.
Jan Kochanowski (1530 – 1584)
Lo que el poeta escribe y lo que el escultor esculpe.
ReplyDeleteAsí es, hay poetas cuyas palabras han perdurado por cuatro milenios...
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